martes, 7 de abril de 2009

Séptima palabra: ¡Los lectores me han abandonado!

Comienzan las celebraciones propias de la Semana Santa, el puente más largo del año, y la ciudad se avandona sobre sus calles solitarias. Los trancones poco a poco se van esfumando y sólo los reemplazan las aglomeraciones en algunas iglesias católicas y templos de otras religiones.
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La magia espíritual y de profundo recogimiento que en alguna época resguardaba estas fiestas, ya se ha perdido y no es que la extrañe, pues parece que desde que vivo en conciencia siempre ha sido así, destinada para los más viejos, para los solitarios o para quienes desean pagar una promesa para ver si se les cumple el milagrito.
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Para la mayoría es sinónimo de paseo, de trago y rumba. Y no está mal, cada quien vive su espiritualidad a su modo. Yo la vivo escribiendo, ¿sobre qué? yo no sé, los lectores, así como las palabras bíblicas "me han abandonado".
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No quisiera morir, porque creo que mi inexistencia aún no me lo permite. Sé que habrá alguien en alguna parte del mundo que tal vez pueda leer esta entrada y sentir conexión y regresar a la vida este espacio agonizante.
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Sé que estarán pensando que es pataleta de niño mimado, puede que sí, puede que no o puede que tal vez, pero que vá, es preferible escribir lo que se siente a no decir nada, o mejor será no decir nada y comerse lo que se siente. No lo sé, no me lo pregunte a mí, sólo miré el silencio que se sobrecoje a mi alrededor, sólo detalle las marcas de la soledad de este espacio.
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Espíritu vampiro es un calificativo que un día una amiga utilizó para referirse a esas personas que se la pasan la vida quejándose y haciendo lloriqueo y no quiero ser eso y lo más chistoso es que puede que ya lo sea, pero no sé, ayúdeme usted amigo o amiga mía, deme motivos para escribir, para ingresar mi vida en la red y hacer de mi inexistencia una realidad.
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No lo tomé como una lismosna, sólo hágalo si estás palabras lo tocan o la manosean (suena chevere). Mucha gente que se queda en la ciudad anda lamentándo su imposibilidad de partir y yo que me quedo en silencio creo que está bien.
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Los que leo también han dejado de escribir. Tal vez ya no están en la ciudad, tal no existen o dejé de existir para esas personas. Tal vez nunca existí... sólo sería bonito poder hablar y contar el cuento de mi inexistencia...

miércoles, 25 de marzo de 2009

¡Muertecita y silenciosa quedó!

El personaje enmascarado estaba indignado. No podía creer que la dama a la que había dedicado su pensamiento, sus cartas, versos y entradas de blog, tuviera la osadía de plantar sus palabras en el olvido, más aún, cuando él había disfrutado del sexo con las más hermosas damas del reino.
Aburrido de sus desplantes, se propuso olvidarse de la ingrata, pero no lo logró. Mientras ella seguía inmiscuida en sus propios asuntos, él empezaba a transformar su mundo en un cuaderno de apuntes en el que consignaba todas las cosas que quería decirle en la cara. Enviárselas había perdido todo sentido, teniendo en cuenta que ella, ni cuenta se daba de su amor, fue por eso que decidió publicarlo en este blog.

La dama de sus amores, era una joven baja de estatura, rolliza y sin cintura. De senos pequeños y piernas cortas. La dama de cabellos rizos, alisados con vapor, lucía engreída, distante y silenciosa. (¡Faltaba más!)

—La culpa es suya, ¡güevón! —le dijo el amigo castor— quien le manda enamorarse de quien nunca ha recibido amor.

Su amigo tenía razón, pero en los sentimientos que se engendran en el pecho, él nunca ha tenido el control.

—¿Usted le ha visto los cachetes? —preguntó la grulla y sonriendo agregó— se parece a la marrana que en año nuevo de banquete nos sirvió. (a quien le caiga el guante, que se lo chanté —pensó)

Su amiga también tenía razón, el personaje enmascarado había perdido el tiempo al fijarse en semejante esperpento y no por ser fea, ni falta de gracia, sino por ser una presumida, que jamás al espejo se miró.

—Le escribes y ni cuenta se da —interrumpió el alce— ¿cuantas cartas le has enviado y ni una palabra te ha dedicado?

(¡Todos tenían razón!) Ella creía que el personaje usa una máscara para esconder su rostro, por feo o deforme o viejo, pero nada de eso, la usaba para poder expresar lo que sentía y pensaba, sin temor al escarnio público, pero eso ella jamás lo entendió.

Un día, un grandioso día, el personaje enmascarado vio a su bella dama caminando solitaria por la calle. Emocionado, se quitó la máscara y sin revelar su identidad, le sugirió acompañarla. El tipo era bastante apuesto y ella, encantada, aceptó su compañía.

Hablaron, bebieron y hasta rock escucharon. Terminada la velada, el personaje sin máscara a su habitación la llevó. La desnudó y cuando la tenía dispuesta para el amor, le dio la vuelta, y sus buenas nalgadas, le chantó.
Con la cola enrojecida, la damita se quejó. Y el tipo, muerto de risa, le plantó un beso, se puso la máscara, y sin mayor remilgo, la tomó por el cuello y colorín colorado, la gordita se murió.

jueves, 12 de febrero de 2009

Metal-rose y la costumbre de soñar

Nuevamente el estruendo del reloj despertador me regresa a la infamia de la mañana. A regañadientes despojo mi cuerpo de la cobertura de las cobijas y me levanto, esforzando mis movimientos para que el pie derecho sea el primero que toque el piso. Enciendo la radio, hablan de muertes, de reclamos, de un gol en el último minuto, del minuto de Dios, de Dios y su libro, del libro que se leyó, del que leyó y no entendió, del que entendió y no dijo nada, de la nada y el todo, del todo y el caos, del caos y el tráfico, del tráfico y las vías, de las vías y el camino, del camino y del caminante, del cantante, del burro, del buey y del perro, del perro y la perra, de ella y de sus pretendientes, de ellos y sus fantasías, de los deseos y de la manzana, de la serpiente y el camello, del desierto, del vino y el tinto, del café y de Juan, de él y de su novia, de la novia y su silencio, del silencio y su desprecio, de la tristeza y las lágrimas, del río y la montaña, del bosque y la silicona, del implante, de la pucheca, la nalga y la teta, del tipo y el niño, del niño y el yoyo, del yo y del tú, del tú y de ti, y entonces me acuerdo de la mirada de tus ojos que quedó atrapada en la foto que veo cada mañana al despertar y que cuando despierto no es cuando abro los ojos sino cuando ingreso a tu blog.

Me ducho, me baño, me aseo. Me limpió, me arreglo y el espejo me escupe que arreglo no tengo. Me visto, me peino, me lustro y zapatos me pongo. Un pan me como y medio pocillo de chocolate frío me tomo. Me cepillo los dientes, me miro y con el tumbao que tienen los que escriben al caminar, salgo de la casa, muerto de frío, de ese frío que me dice que en las nubes de mi mundo tú estás.
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Atravieso la ciudad, embutido y encorvado en un busecito y pienso que de tener el carro rojo tal vez la bella doncella en mi se podría fijar, pero vuelvo a pensar y digo que no necesito de carros, pues con las meras palabras a ella la voy a conquistar. Y que no la he visto, que no se sabe como es por detrás, que tal vez es muy baja o una loca de atar, pero a mi no me importa, porque el oso de felpa con el que duermo me enseñó a soñar y soñando sueño con que tus besos algún día me darás y me elevaré hasta el cielo y nuestro amor nunca terminará.

Casi voy a llegar y una joven muy bella con su gran trasero no me deja bajar, le pido permiso y sin culpa su cola yo alcanzo a rozar, me avergüenza por lo que de mi pueda pensar, me excuso y ella sonriente me permite pasar. En la calle me fundo con la gente y de la gente sus caras me pongo a mirar. Sus rostros no me gustan, yo solo quiero el tuyo admirar, con las mejillas rosadas y esa sonrisa que el día en que te conozca me brindarás. Porque desde este blog, me toca como el oso de felpa, soñar, soñar y soñar…

jueves, 22 de enero de 2009

Nuevos autores al ruedo / Cenizas en el andén

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En los próximos días estará en el mercado una antología de cuento urbano en la que participan varios autores jóvenes a los que he tenido la oportunidad de leer. El libro "Cenizas en el Andén", es uno de esos libros que dan cuenta de lo que se está escribiendo en la ciudad, retratando sus calles, desnudando sus personajes y mostrándolos tan humanos como sus emociones y sentimientos.

Es un libro que me atrevo a recomendar, por ser éste una especie de oasis en medio del desierto de buenos autores por el que está atravesando nuestro país. Llama la atención el sello de “Parental Advisory” impuesto en su portada, lo que puede significar una advertencia, o tal vez, una invitación a descubrir esa ciudad aberrante y bizarra en la que vivimos.

En la red ya se pueden encontrar varios comentarios e incluso algunos de los textos incluidos en el libro, por lo que los invito a echarle un vistazo, a dejarse llevar por estas nuevas letras, contaminadas de ciudad, de asfalto y de literatura.
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Pd. Un saludo especial para mi Doctora.

viernes, 9 de enero de 2009

tú, tú, tú, tú y tú: Gracias

Descubro en los comentarios que recaen sobre las entradas de este blog, la maravillosa fortuna de contar con la lectura de quienes han sabido ganarse un espacio en el mundo que germina palpitante en mi corazón.
No había publicado nada desde el año pasado —se lee lejano y lo es en realidad—, sin embargo, después de unas semanas de silencio me encuentro con la fidelidad de las palabras escritas por esas mismas personas a las que yo leo. Banal, sentimental, rosa —me encanta el rosametal (tu lo sabes)—, lo que quieran, pero la muerte nos enseña a decir lo que sentimos, a expresar de la forma más evidente el cariño que guardamos por otros y esos otros, en mi caso, son ustedes, tú, tú, tú, tú y también tú.

En virtud del sentimiento expresado, quise en esta ocasión dedicar mi espacio a hablar, mejor, escribir, sobre ti y esos tus que me envuelven de júbilo. Soy un agradecido, un sentimental, un banal, un r... eso no lo escribo, pero el rosametal me encanta (tu lo sabes). Aquí vamos:

Quime: La sensación de lo imposible invade las membranas de las células que conforman los tejidos de mi corazón marchito. Lo leo en tus manos —por ahora trasparentes—, lo veo en tus escritos, lo siento en tu poesía y me hago películas con tus palabras y me revuelco en las sensaciones de eso tuyo que está en tus letras. La quimera de tocarte, de escuchar tu voz, de saber si eres real, retumba en mi mente cada noche. Gracias.

Nightwriter: La noche es lo primero que me llega cuando me entrego a la observación de tu mundo. Pero no es una noche negra, no creas lo que dicen, es una noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas, como dice José Asunción. El misterio que reviste tu encanto, resulta alucinante a la luz espectral de tus palabras. Puedo sentir la fuerza de una interioridad que refulge con impetuosa fantasía en mis sentidos. Te observo maravillado. Gracias.

Pepa: La imponente Pepa. Vaya si hay fuerza, voluntad y empuje. Valentía y arrojo. Es delicioso leerte y ver como golpeas el mundo. Tienes eso que a muchos nos falta... La honestidad de tus palabras es un claro mensaje de que aún queda esperanza, que hay gente que no come entero. La franqueza que percibo es una cualidad envidiable, admirable y deseable. Sabes que estoy ahí, leyéndote. Gracias.

Psiquiann: Llegaste de repente. De la nada se me vinieron encima tus palabras. La conducencia de tus escritos me llevó a la introspección. A la feliz conclusión de estar medio loco y medio tonto. Y eso me gusta. El análisis y la imposibilidad de un poeta inexistente. Es valioso. Es genial. Es bueno. Gracias.

Doctora Capital: ¿Qué escribir? Qué escribir cuando se está en total estado de obnubilación viscosa y concluyente. Qué escribir cuando el mundo se te vuelve al revés cada vez que tus ojos se posan en el rosa teñido de metal. Qué escribir sin caer en el pastiche, en la fórmula repetitiva del elogio sobredimensionado por esa sensación de eterno encanto de fantasía y estridencia. Solo dejo que sea mi mente la que se entregue a ti y a tu mundo rosametal. Desde el principio de los tiempos, de mis tiempos de bloggerista —muy similar a vouyerista—, me siento junto a la ventana a desmenuzar cada fragmento de ti y tus palabras y te pinto, y te dibujo, y te cuento historias de hadas en las noches. Y sueño, sí, sueño, y lo confieso ante todo el que lea —el que tenga ojos y acceso a la red, que lea— sueño con el brillo de tus ojos sobre la noche de mis días y el rosa de tus mejillas el día de mis noches. Gracias.

viernes, 19 de diciembre de 2008

La estrategia de la avestruz

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Me refugio en el entrevero de las páginas, tratando, como la avestruz, de meter la cabeza dentro de la tierra y dar por hecho que nada está pasando. Miro mis manos, recreo en mi mente los momentos de dulce agonía en los que mi espíritu se revolcaba en la maravillosa conjetura de que los besos son para siempre.
Miro mis manos, están vacías, la piel que las cubre empieza a envejecer ante la ausencia de otras que se niegan a estar...

Los ojos duelen de tanto pensar,
ahogados en lágrimas secas
y engrupidos en el craneo visible,
sufren en silencio las imáganes que no están.

Todo se torna dificil y quisiera llorar
tomar las manos ausentes y arrojaralas al mar
subir por esos brazos y enredase entre sus pelos
besar los labios secos y dejarla de amar.

Los ojos duelen de tanto pensar,
la selva me invade, me canta, me baila
y un monton de lucesitas,
apostadas en el firmamento,
escribiendo poemas viejos me invitan a matar.

El pop de tu música empieza a estallarme en los oídos. Lo encuentro vacío, mudo y a la vez sordo. Es un estupido ciego que no me deja de mirar. Yo quisiera golpearlo, echarlo a patadas de mi mundo y dejarlo amarrado en un paraje lejano, como los de las películas... Sí, que se lo coman los chulos, que sirva de carroña y se vista de banquete, que las aves encuentren en su cuerpo roñoso el elixir de su felicidad.

Se me ocurre que el ciego que me observa sea el que me saque a golpes de mi mundo. Se me ocurre que sus manos asquerosas desgarren mis ropas baratas y mutilen horrorosamente mi cuerpo. Se me ocurre ser carroña. Morir desangrado.

—Lo sé, necesito una cerveza, ¿me la invitas? —se que tendré que pagar la cuenta—
—Estoy ocupada.
—¿Un Whisky?
—Yo no tomo.
—Pero yo si.
—¿Desde cuándo tan alcohólico?
—Desde que tus palabras dejaron de mirarme.
—Debo irme.
—Lo sé.

jueves, 11 de diciembre de 2008

En la mala

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La premisa surge de la orfandad a la que se han visto sometidas mis manos. Dejo que el cielo llore mientras trato de imaginarme pajarracos de colores revoloteando por todas partes. Los imagino con trajecitos minúsculos, bordados en croché, cantando lamentos de Alice Cooper.

—¿Hay fiebre?

—No señor, no la hay.

—No hay calidez en mi cuerpo porque sus ojos se reusan a mirarme.

—Debe mantener la calma señor.

—No soy señor, ¿acaso le parezco muy viejo?

—Disculpeme señor, no quice ofenderlo.

—No me ofende, disculpeme a mi. Todo es por ella.

—¿Por quién?

—Por ella.

—Entiendo.

—¿Quiere que le cuente la historia?

—No es necesario señor.

—Está bien. Supongo que usted debe sabérsela de memoria.

—¿Por qué lo dice?

—Usted es mujer.

—Está generalizando.

—No lo hago, solo pronuncio palabras que usted responde.

—Mejor lo dejo solo.

—Hace bien. Ese es el mismo final que ella le dio a mi historia.

—¿Cuál final?

—"Mejor lo dejo solo", eso debió pensar cuando se fue.

—¿Por qué se fue?

—Por amor.

—¿A otro hombre?

—No lo creo.

—¿Entonces?

—Se fue detrás del amor que no encontró en mi.
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—Entiendo.