lunes, 27 de octubre de 2008

De lecturas infantiles y espacios lúdicos

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Cuando era niño, por allá en los finales de los 80, el tiempo libre lo descifrábamos, por lo menos unos cuantos y yo, jugando fútbol, viendo televisión (El tesoro del saber, los Pitufos, ThuderCats, Transformers, El Chavo, La Abeja Maya, La Casa Voladora, Tom Sawyer, Don Chinche, Romeo y Buseta, Amar y Vivir, Sábados Felices, etc.) y tratando de sortear los abismos y bolas de fuego que ofrecía el fantástico mundo bidimensional de Súper Mario Bross II, comiendo con gula un número impronunciable de galletas en PacMan, golpeando con destreza extraños combatientes de movimientos repetitivos en Street Fighter y ayudando a unas ranas pixeladas a atravesar una calle cuyo tráfico interminable me llevó al hastío.

Aparte de estas entretenidas cuestiones, tuve siempre una especial fascinación por escribir, más no por leer. Confieso que me producía una ‘mamera infinita’ —locha se decía en mi época infantil—.

Dos o tres veces logré entregarme a la lectura. Llegué a la mitad de la ‘Isla del Tesoro’ de Stevenson, me leí satisfactoriamente ‘Momo’ de Michael Ende y ‘Juan Salvador Gaviota’ de Richard Barch, entre otros títulos que ya no recuerdo.

Luego vinieron las tediosas lecturas que se imponen en el Colegio, tal vez las hice, pero no logro tenerlas presentes en mi memoria. Creo que nunca tuve un estímulo directo para amar los libros, todo me llegó en la adolescencia, casi en la juventud.

Hoy en día, retomo algunos de esos libros a los que fui obligado en el colegio y que me parecieron indigeribles y ahora los encuentro absolutamente deliciosos.

Pienso que si hubiese tenido la oportunidad de abordar los libros desde una perspectiva diferente, mejor aún, abordar libros acordes con mi edad, mi presente sería, tal vez, mucho mejor.

No intento teorizar sobre procesos de aprendizaje infantil, sólo pienso que hubiese sido muy bueno haber tenido en mi aglomerado armario de juguetes, unos cuantos libros, unos que me contaran sobre las aventuras de un caballero de armadura blanca, quien se internaba en el bosque a rescatar a una hermosa princesa de ojos azules; que me hablaran sobre duendes que escondían tesoros en la corteza de un viejo árbol; sobre un reino en el que las casas eran de galleta y los ríos de chocolate...

No estoy menospreciando el nivel intelectual de los niños, menosprecio el mío, y reclamo haber sido obligado a leer ‘El Viejo y el Mar’ y el 'Popol Vuh', en vez de ‘Las Aventuras de Tom Sawyer’ y 'Zoro' del amigo Jairo Anibal.
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¿A que viene mi interés de referirme a esto? La respuesta es simple y lapidaria: me encontré por casualidad con un evento y deduje con tristeza que su noble causa ha pasado totalmente inadvertida por los medios de comunicación.
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Por estos días se está celebrando en Colombia el II Festival del Libro Infantil, con una extensa programación que vincula actividades en 28 ciudades del país. Esta gran fiesta literaria se cumple desde el pasado 25 de octubre (día del cumple de Pepa) hasta el próximo 2 de noviembre. ver info
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No me extenderé más en este asunto, solo advierto que este año, haré que el Niño Dios llegue cargado de libros a las casas de algunos conocidos y eso está muy bueno, por lo menos para mi.
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Nota: Si hay un niño o niña en tu casa o en tu familia, considera en esta Navidad obsequiarle un libro.

jueves, 23 de octubre de 2008

Homenaje para ti, mujer natural

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La sociedad contemporánea nos ha dejado un legado visual excluyente, en el que privilegiamos la perfección en el estereotipo del cuerpo humano a la hora de sentirnos atraídos por otro ser, en mi caso por una mujer.
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De esta manera, la figura esbelta, de brazos torneados, abdomen marcado, trasero redondo, cintura invisible y senos grandes, es la que impera, tanto en el imaginario público como en los cánones mediáticos.
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Se impone en las pasarelas europeas la belleza raquítica; en las gringas, la belleza exótica, del tipo andrógeno; y en las colombianas, bueno ya saben, de Natalia Paris, Paula Andrea Betancur y sus descendientes, no salimos.
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La moda de la ‘pucheca de caucho’ está por doquier y en algunas ciudades colombianas ya es el común denominador. Peor aún, existen presuntos libretistas, disfrazados de escritores, que presumen de artistas al enarbolar la bandera de las ‘tetas enciliconadas’, como requisito indispensable para poder acceder al disfrute del paraíso.
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Este panorama artificial, ha logrado desgarrar la percepción sensorial de la mayoría, haciendo de los espejos, los odiosos amigos que nos muestran con su reflejo lo que no queremos ser.
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En medio de este destello enceguecedor en el que nos encontramos, me he refugiado en el verdadero deleite de los sentidos, al dirigir mi atención hacia las formas primarias de lo humano, caracterizadas todas por la imperfección, atributo que a la luz de hoy, se me antoja delicioso.
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A mi que no me vengan con sus cuerpos aderezados a punta de gimnasio, agua y rigurosas dietas; alejen de mi el trasero firme –a punto de petrificarse-, los senos artificiales inflados con soluciones salinas; no quiero estómagos fabricados, tampoco narices respingadas.
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A mí que me llegue la mujer tan hermosa como Dios la envió al mundo, con el trasero flácido –ese que se mueve al caminar, casi como si tuviera vida propia-, con los senos libres de implantes, los quiero suaves, blandos al tacto y tan descolgados como la gravedad lo deduzca, dejen que se muevan alegremente con cada paso, permitan que un ligero trote los columpie con sensualidad.
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Admiro con respeto a esa niña de 19 años, de cola pequeña y senos grandes, también a la de 20, a la que la naturaleza no le dio senos, pero si donde sentarse. No dejo por fuera a la de 24, campeona de natación, cuya delgadez es compensada con la dulzura de sus ojos. Y que me dicen la de 30, la que carga dos gigantes ‘conejos’ más abajo de donde termina la espalda. No quiero dejar por fuera a la de 22, la que tiene sus kilotos de más, pero los tiene bien puestos.
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Podría seguir enumerando imágenes en extremo eróticas para mi gusto, pero no esa mi intención, sólo quiero rendir un homenaje a la belleza natural, a ese tipo de mujer tremendamente sensual que te encuentras en el bus, o que te recibe las facturas en los bancos, la que contesta el teléfono en tu oficina, o la que genera estrategias de mercadeo, la que escribe poesía, la que lee cuentos, la que estudia medicina, la que se graduó también, pero sobre todo, y muy especialmente, a las que dejan comentarios en este blog.

martes, 21 de octubre de 2008

Públicos gigantes para espacios enanos

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Imagen de una de las sesiones académicas de la más reciente versión de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

En una época cargada de tecnología, modernidad, desenfreno mediático e informativo, surge, de entre el lodo del olvido, un puñado de gente ávida de cultura, de poesía, de ficción.

En un periodo, que pareciera preceder el Apocalipsis, algunas personas rehúyen al modernismo, a la ingeniería, a la robótica, a los indicadores de las bolsas de valores. Es una época de heterogeneidad, en la que muchas personas encuentran en las artes, el verdadero sentido de sus vidas.

En este orden de ideas, la industria cultural (degenerada por la cultura del entretenimiento) se ha quedado corta frente a la demanda. Lo que se ve a través de los medios es que el público en gran masa colma escenarios estrambóticos con espectáculos populares y mediatizados, pero si se revisan las cifras, como se ratificó durante el festival londinense Colombiage, en Colombia, asisten en promedio muchas más personas a los museos, a las casas culturales, a tertulias, lanzamientos de libros, recitales, galerías, etc. que a los conciertos, partidos de fútbol y demás expresiones del entretenimiento contemporáneo.

No tengo nada contra este tipo de espectáculos, por el contrario, me parecen de lo mejor y yo mismo he estado en primera fila saltando y gritando como chimpancé, lo que quiero resaltar es que las actividades netamente culturales son un nicho de acción que se está quedando corto frente a las necesidades de las personas.

Sé que esta entrada no cambiará el mundo, pero si logro que una sola persona comprenda la necesidad imperativa de ampliar los espacios de participación cultural, mejorar los niveles de educación y fomentar el disfrute de las artes, este país será un mejor lugar para vivir y sus gentes serán aún más felices, a pesar de los problemas con los que tienen que subsistir.

lunes, 20 de octubre de 2008

La monotonía, el descrédito de lo sublime

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He escuchado que la felicidad es un compendio de pequeños momentos, un cúmulo de instantes, sensaciones y experiencias que nutren la vida con destellos de alegría y satisfacción. Me parece una definición acertada.

Ahora bien, me pregunto por qué la monotonía ha sido la excusa de los últimos tiempos para desmoronar los sueños de los nobles y así permitir que la humanidad niegue la factura de la felicidad.

Los nobles, son aquellos seres, que por falta de amor propio, descubren en los demás, la razón de su seguridad. Es decir, el noble es que el que se entrega de verdad, el único capaz de personificar la definición del amor verdadero y del amante enterno.

Sin embargo, la sicología de hoy se permite el derecho de negar esta posibilidad, argumenta que el periódo de enamoramiento tiene una duración máxima de 4 años. Después de ésto, según los expertos, viene un periódo de amor voluntario, en el que cada uno decide que amar y que no.

De acuerdo con esta versión, la monotonía es uno de los factores que inciden con mayor fuerza en la terminación de las relaciones de pareja.

Para mi, y mi corto entendimiento, la monotonía es una cosa jarta que se inventaron algunos con el fin de justificar su incapacidad para entregarse de verdad, para dar todo por la otra persona y para construir una vida junto al ser amado. Tal vez esté equivocado, pero nada pierdo con dejarlo marcado en este blog.

Puede que despierte el interés de algún vistante desprevenido, puede que me gane algunos enemigos, o mejor, algunas contradictoras, pero en cualquiera de los casos, habré ganado, pues su criterio permitirá hacerme menos inexistente.